La política en tacones
Pilar
Ramírez
Pioneras
Una buena cantidad de celebraciones
históricas o de efemérides suelen traer a la memoria las hazañas o la
intrepidez de aquellos que se atrevieron a realizar algo por vez primera, que
marcaron hitos, que demostraron como posible algo que hasta entonces resultaba
impensado.
Entre
las mujeres de la historia destacan quienes tuvieron grandes logros desafiando
las costumbres de sus sociedades que tradicionalmente han otorgado un lugar
subordinado a la población femenina. Justificadamente se menciona la juventud
de Cleopatra cuando arribó al trono egipcio, junto con su hermano Ptolomeo, a
los 18 años. Su corta edad y su condición de mujer no le impidieron hacer
frente al poderoso Imperio Romano, aunque popularmente se le escamotea haber
trazado una estrategia política y se subraya el aspecto de la belleza y los
romances con los emperadores romanos.
Los
franceses con toda la razón recuerdan con respeto y orgullo a Juana de Arco,
quien a los 17 años organizó la respuesta militar a la ocupación inglesa en la
Guerra de los Cien Años y obtuvo varias victorias contra los británicos. Su
intrepidez la llevó a morir en la hoguera, acusada de herejía por sus captores
ingleses. Mientras las victorias militares de los hombres son heroicas, las de
una mujer sólo podían ser producto de prácticas brujeriles que debían ser
castigadas con la muerte.
En
el campo de la ciencia, Marie Curie ocupa un merecido lugar por sus
descubrimientos acerca de la radioactividad que la hicieron merecedora de dos
premios Nobel, uno de Física y otro de Química; fue también la primera mujer en
desempeñarse como docente en la Universidad de París. No faltan las reiteradas
referencias a los esposos Curie, cuando Marie tiene merecimientos que la hacen
brillar con su propia luz.
La
pintora mexicana Frida Khalo si duda goza de reconocimiento por su obra, pero
cuando se habla de su vida privada siempre se menciona la palabra polémica.
Resulta que cuando una mujer no está dispuesta a vivir de acuerdo con los
cánones considerados “normales”, “decentes” o “apropiados” lo más benévolo es
calificar su vida como polémica y eso porque se trata de una gran pintora, si
en lugar de eso fuese cualquier mujer anónima, los adjetivos subirían mucho,
pero muchísimo, en la escala de la descalificación.
Similar
al caso de Frida es el de Simone de Beauvoir, a quien sólo se le justifica a
medias haber establecido una relación profesional y sentimental con Jean Paul
Sartre que todavía hoy muchos calificarían de escandalosa, y son benevolentes
sólo por tratarse de una destacadísima escritora.
En
el ámbito de la defensa de los derechos civiles está Rosa Parks, quien con su
negativa a dejar el asiento reservado a los blancos, y por lo cual fue
arrestada, desató un movimiento que comenzó con el boicot a los transportes en
protesta por la segregación legalizada que se aplicaba en ellos y terminó con
una gran movilización antirracial.
Las
pioneras han tenido buenos y malos momentos. Vidas difíciles y días de gloria o
de satisfacción. La lista de “las primeras” es larga y las ha habido en todas
las épocas: Sor Juana Inés de la Cruz, Benazhir Butto, Amelia Earheart,
Florence Nightingale, Michelle Bachelet, Griselda Álvarez, Mireya Toto, Marcela
Lagarde y muchas, muchas más. Hay otras mujeres que no son tan ampliamente
conocidas y que con su trabajo cotidiano abren brecha, mujeres que a pesar de
los tiempos que corren arriesgan su vida, mujeres que luchan porque los
criminales de guerra no gocen de impunidad, que luchan porque se aprueben
legislaciones que garanticen el goce pleno de los derechos femeninos, que
trabajan por la conservación ambiental, que luchan contra la exclusión social,
activistas en contra del uso de las minas antipersonales, de la trata de
personas, de la esclavitud sexual o mujeres que luchan para evitar la
mutilación genital.
Entre
todas estas mujeres que continúan abriendo brecha están las mujeres de la
milicia, quienes siguen intentando ganarse un lugar por su desempeño, pero
siguen también recibiendo trato violento y discriminatorio sólo en razón de su
género. Se dio a conocer hace un par de días que 31 mujeres de las Fuerzas
Armadas de Estados Unidos se atrevieron a denunciar a sus instructores por
abusos sexuales, en un episodio que podría convertirse en el mayor escándalo
sexual en el ejército estadounidense. Quizá es que los hombres todavía no se
conforman con la idea de tener que compartir las tareas propias de un ejército
con mujeres o intentan hacer sentir una superioridad que socialmente comienza a
negárseles en razón del acceso de las mujeres a distintos ámbitos laborales.
El
caso de las 31 mujeres reclutas de la base aérea de San Antonio saca a la luz que
se trata de un fenómeno que se repite en muchos ejércitos, pero la existencia
reiterada del abuso sexual contra las mujeres en la milicia no puede ser la
justificación. Es preciso ahora ir contra la opacidad de las fuerzas armadas.
Ojalá que el caso lamentable de las reclutas de San Antonio se imponga como un
ejemplo para generar denuncias y castigo para los responsables de las
agresiones. Está llegando el tiempo de terminar con las situaciones de
exclusividad, privilegio y opacidad que ha caracterizado a las fuerzas armadas
en general; sólo así se sumara a los ámbitos de desempeño femenino sin que las
mujeres estén en riesgo inminente sólo por el hecho de, siendo mujeres, querer
pertenecer a estas organizaciones. Porque actualmente las mujeres de las fuerzas
armadas no son pioneras, pero padecen como si lo fueran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario